"Demostrado científicamente".


No hay semana en que no nos encontremos en los diarios o, especialmente, en los suplementos dominicales, algún artículo o noticia que relaciona la psicología con hallazgos biológicos o médico-científicos. Me refiero a titulares del tipo: “Se descubre el gen que CAUSA el enamoramiento”, o “Un grupo de científicos hallan la zona del cerebro RESPONSABLE de la creatividad”. Estos avances científicos son sin duda muy positivos y su divulgación es necesaria, pero hay un mensaje subyacente en la articulación de estas piezas de información que pone de manifiesto una idea central de la psique de nuestra era.

Titulares del tipo de los que he escrito arriba sorprenden en primer lugar por establecer una relación causal o identitaria entre un hecho o ente positivo (“los genes”, “los procesos químicos”, “el cerebro”) y un concepto, una idea, perteneciente al mundo de lo negativo (“el amor”, “la creatividad”, “la maldad”). Estos hallazgos y esta manera de relatarlos suelen resultar seductores porque reducen a meros hechos físicos nociones que pueden parecer ambiguas o complicadas a mucha gente (precisamente porque, en tanto que ideas o nociones, no pertenecen al mundo de las cosas perceptibles a través de los sentidos). Nos vienen a decir, por ejemplo, que el amor ES una reacción química, o que la creatividad ESTÁ en un a determinada zona del cerebro. En principio parece algo sencillo, una reducción simplificadora, pero en realidad, lo que los comunicadores responsables de este tipo de noticias están poniendo en juego es una sintaxis absolutamente loca.

¿Cómo puede algo que no tiene ninguna cualidad física ocupar un espacio, estar en algún sitio? ¿Qué clase de lógica puede postular que un proceso químico fermente y resulte en un concepto, en una idea? Decir que la creatividad es o se origina en las conexiones neuronales es tan válido como decir que la ética es o se origina en un panecillo.

La razón científica, desde sus orígenes, no se ocupa del conocimiento profundo de las cosas, si no que se interesa por los hechos positivos y su manipulación. Es una razón instrumental, que sirve para clasificar y manejar ¡Y está muy bien que así sea! La ciencia se autoimpone unos límites necesarios para poder funcionar y avanzar. El problema viene cuando no conocemos u olvidamos esos límites y creemos que el conocimiento científico es el único conocimiento con legitimidad para hablar de lo que es real o verdadero y que toda otra apreciación pertenece a la subjetividad de los individuos y, por tanto, no puede aspirar a la verdad. “Esto está demostrado científicamente” es una de las frases que sirven de barrera pretendidamente infranqueable al pensamiento. Creer que la ciencia es la verdad es huir ante el pensamiento.

Me gustaría aclarar que no creo que el contenido de este tipo de descubrimientos sea equivocado, o que la ciencia no sea buena y necesaria. En absoluto. Pero el hecho de avanzar en el campo de la investigación médica o biológica hacia la manipulación externa de hechos positivos no nos va a revelar nada sobre realidades que pertenecen al reino de la negatividad. Podremos manejar, provocar reacciones, curar, tratar, etc. Cosas todas muy necesarias, pero que permanecen en el reino de lo positivo.

Mucha gente cree ser muy transgresora por decir que no somos más que el resultado de reacciones químicas, que realidades como, por ejemplo, el amor no son más que entelequias construidas alrededor de fenómenos biológicos observables y analizables. La propia crudeza de esos argumentos, lo desmitificadores que parecen ser, refuerza su adhesión a esas ideas. No se dan cuenta de que, en realidad, no tienen nada de desmitificadores: su postura ya forma parte de la inercia que mueve al mundo desde hace tiempo. Ahora, son los más esforzados portavoces de la ideología dominante. Su discurso y su sintaxis revela la cristalización de la lógica científica en la psique de nuestra era: el gran error de la identificación entre ciencia y verdad.


(Imagen: http://www.flickr.com/photos/dinosonic)

4 comentarios:

  1. Dices bien aquello de "Creer que la ciencia es la verdad es huir ante el pensamiento" y aquello otro de "La ciencia se autoimpone unos límites necesarios para poder funcionar y avanzar". El peso de estas afirmaciones se sustenta, así lo creo yo, en que la evolución nos ha dotado del derecho a sentirnos vacíos para buscar respuestas. A partir del vacío deviene el alma, carácterística negativa donde las haya y que no deja de ser fundamental en la toma de decisiones. Llámale alma, instinto o cualquier suerte de sentimiento inducido por una inexplicable razón que, a ojos de la ciencia, está muy clara, pero en la piel del que lo siente puede llegar a ser un cachondeo.

    Triste será el día, por ejemplo, en que veamos a una chica por la calle y automáticamente montemos la suma de: sujeto femenino+apareamiento+reproducción+supervivencia de la especie=objetivo vital cumplido, dejando olvidado que, tal vez, podamos obtener muchas cosas que no tienen por qué tener una explicación razonable (alegría, miedo, frustración, etc.), pero que pueden aportar grandeza a nuestro crecimiento como seres sociales y anímicos. Es un ejemplo traído un poco por los pelos, pero ya ves por dónde voy.

    Dando caña.

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  2. Demostrado dentífricamente.

    En vez de una cabezota, había intrepretado el dibujo como una cara vista de frente, de modo que la parte señalada en rojo sería la boca.

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  3. Si los seres humanos utilizaramos generalmente nuestra capacidad analítica, como lo haces, este mundo seria realmente distinto...

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