Google Earth y la generación "perdida".



En la contraportada de La Vanguardia del 9 de Marzo se publicaba una entrevista a uno de los fundadores del software público y gratuito Google Earth. La entrevista venía encabezada por el siguiente titular: “Somos la última generación que podía perderse”.
Esta afirmación tan contundente me hizo retomar el hilo mental de una reflexión que hace tiempo dio vueltas en mi cabeza.

En una lectura superficial, la frase puede parecer triunfal y tranquilizadora: el mundo ya no es un lugar inhóspito; estemos donde estemos, podemos ser localizados. En un sentido, efectivamente, hemos eliminado la posibilidad de perdernos, hemos conquistado la superficie terrestre en su totalidad, le hemos tomado la medida y la tenemos bajo control, monitorizada. Pero si vamos un poco más adentro, vemos que se ha dado una inversión en nuestra relación con el mundo (entendido también como planeta).

Antes, el hombre estaba, o mejor dicho, se sentía contenido dentro del mundo y sujeto a unas leyes que se explicaba a sí mismo en forma de mitos. Los límites de la Tierra eran abordados también a través de este tipo de narraciones, que convertían al mundo en un lugar con una delimitación concretada en una historia mítica, sagrada, e inalcanzable para el hombre.

Con el advenimiento de la modernidad y el positivismo, hubo un transvase de la verdad desde la religión, el arte y los mitos hacia la ciencia, que es hoy nuestra verdad. Este transvase preparó la psique para el boom de la tecnología en el que aún hoy vivimos. El afán por explorar y “conquistar” todo el planeta, que ya había comenzado con el descubrimiento de América por casualidad, experimentó una aceleración e intensificación que quedó grabada para la historia en una experiencia tan traumática y decisiva como el colonialismo.

Hoy, hemos llegado al punto en que el mundo está contenido dentro de la conciencia del hombre. Obviamente, a nivel efectivo aún estamos en la Tierra, pero si lo analizamos desde una perspectiva lógica, es la Tierra la que está contenida dentro de la conciencia humana por primera vez en la historia. El globo está rodeado de satélites que nos devuelven constantemente su imagen, filtrada a través de la tecnología. Es un proceso que empezó con el inicio de la cartografía pero que ha llegado a un punto culminante con el advenimiento del programa Google Earth y su difusión a través de la RED: cualquier persona puede ver cualquier lugar de la tierra sin ir allí. No solo tenemos el mundo dentro de nuestra conciencia a través de su explicación puramente positiva, o mediante una representación cartográfica, si no que hoy podemos ver el mundo a tiempo real (Lo importante, de todas formas, no es el hecho de poder ver el mundo, que es discutible desde el momento que es una visión totalmente mediada, sino el hecho de creernos que lo vemos en toda su dimensión y en su única realidad válida a través de estos medios, de que finalmente ya lo poseemos por haberlo "mapeado").

Esto también implica que ya no hay posibilidad de encontrar nada nuevo, nada insospechado, por mucho que viajemos a través de la Tierra. Todo está descubierto y controlado, cuando no visto y conocido antes de cualquier posibilidad de llegar allí efectivamente. Google Earth representa la certificación y la democratización (por utilizar un término muy actual) de la evidencia moderna de que no hay “más allá” en el más acá, de que el planeta está ya superado como entidad "con alma".

El cambio de mentalidad del cual esta inversión es producto y a la vez resultado es gigantesco. El límite ya no está imaginalmente en un lugar físico e inalcanzable, como en los mitos, o en cierto grado, cuando aún no se había explorado toda la Tierra y aún era posible el estremecimiento ante la idea de lo desconocido. Ya se fue a ese límite y se comprobó lo que había y lo que no había. El hombre de hoy está atrapado por su conciencia cientifizada en un mundo físico hecho de materia y nada más. Un mundo que ha quedado desmenuzado y reducido a su dimensión positiva y que nos empuja a un enfrentamiento crudo y directo con el vacío de saber que no encontraremos nada cualitativamente diferente por mucho que viajemos en el espacio físico, incluso más allá del planeta. Una certeza que, aún sin que lo hayamos advertido todavía, nos condena a mirarnos a nosotros mismos cara a cara y reconocernos como conciencia emancipada y sola en la infinitud del universo.

La afirmación “Somos la última generación que podía perderse”, ingenua y optimista, acaba mostrando su contradicción interna, pues ese no poder perderse se revela, en última instancia, como un estado de absoluta pérdida y soledad en un nivel superior.

3 comentarios:

  1. Y sin embargo la gente por la calle, tan tranquila.

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  2. Yo creo que aún tenemos el derecho de perdernos en nuestra conciencia; efectivamente es la que se erige como potencia de nuestros actos y realidad de las emociones, esto es, que siempre tendremos el recurso de perdernos en nosotros mismos, entre incertidumbres, cavilaciones y desafueros.

    Por otro lado, una duda que me asalta es ¿qué grado de importancia le da el ser humano a poder perderse, cuando éste es un animal social que se procura las herramientas necesarias para estar en contacto –siempre que lo disponga- con sus semejantes?
    Algo me dice que no estamos muy dispuestos a perdernos.

    Luego, no estoy de acuerdo con eso de “Esto también implica que ya no hay posibilidad de encontrar nada nuevo, nada insospechado, por mucho que viajemos a través de la Tierra.”, puesto que si no lo hemos conocido en primera persona, lo hemos hecho mediante información externa que no deja de tener algún tipo de filtrado -una fuente secundaria- y, por tanto, en mayor o menor grado, es conductual.

    Aunque el halago debilita (yo nunca he sabido tratarlos, usted eso ya lo sabe) debo decirle Sr. L. que éste es un Gran Post. Siga así.

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  3. Respondiendo a anónimo:

    He ahí, en tu comentario, una cuestión clave. Desde Freud sabemos que la gente no se rige por su voluntad y por decisiones racionales, o no solo por eso. El inconsciente y, más ampliamente, todo aquello que no podemos controlar pero que vive en nosotros, juegan un papel determinante en nuestras vidas.

    De la misma forma, no hace falta saber que se está "perdido" para estarlo realmente. Las personas vivimos en esta situación, lo sepamos o no lo sepamos. Y precisamente en ese bache, en el no ser consciente de lo que ordena nuestras vidas, en la distancia entre lo que pensamos que somos y lo que somos realmente, en el vivir creyendo que mi "yo", que el ego es la única fuerza que nos determina (muy típico de nuestros días, por cierto), está el origen de los padecimientos psíquicos, de los síntomas del conflicto del alma. Y esos síntomas acaban manifestándose tarde o temprano en nuestras vidas, en uno u otro nivel.

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